Cuando llegamos a Sobrarbe por el Sur esta cumbre nos pasa desapercibida, eclipsada por el impresionante retablo montañoso que tenemos al fondo, con Treserols como culmen. El Tozal d’a Caña es sin embargo la montaña que vigila la confluencia de los ríos Ara y Cinca y todo el Sobrarbe central. Una ruta circular en torno a ella nos permitirá descubrir progresivamente los términos de Labuerda, Aínsa, Boltaña, Fanlo -tras la zona de Moriello de Sampietro-, Puértolas o Laspuña y numerosas cumbres de la cordillera.
Treinta y cuatro caminantes partíamos de San Vicente de Labuerda en una soleada mañana. Tras acercarnos a su iglesia románica y al esconjuradero que le sirve de acceso, tomamos el antiguo camino que unía esta localidad con Moriello, Sampietro y, más allá, ‘la valle de Vió’. La mayor parte del desnivel positivo de la ruta se concentra en esta zona del recorrido que nos sube, entre pinos, caixigos y carrascas, por la loma que separa el barranco d’o Sarratón y el de San Visorio. Según ascendemos vamos contemplando la zona de Baixo Peñas y, después, todo el sur de Sobrarbe, con las brumas sobre Mediano, Aínsa, Guaso o el inconfundible tozal de Buil que protege de los vientos del norte a esta localidad.
En Collamarruego cambiamos de vertiente, encontrándonos de frente la mole de Nabaín, Canciás, algo más lejos, Guara en el horizonte; la masada Castillón un poco por debajo del camino, y muchos de los pueblos y caseríos que recorre la Ronda de Boltaña en su ‘Viento rondador’: Ascaso, Silves Alto y Silves Bajo, Espierlo, Sieste. El valle del Ara, la zona del puerto de Serrablo, Boltaña y la espalda de su castillo son otros de los elementos que componen este bonito cuadro.
Rápidamente llegamos a la confluencia con la pista que viene del Portiello d’as Valles, donde giramos hacia el Este. El panorama cambia de nuevo. Moriello de Sampietro se nos muestra orgulloso en su proa sobre el río Yesa, esperanzado en su nuevo futuro, con las cabras que alimentarán su quesería en sus prados. Detrás Buerba y Vió y las cumbres de Ordesa. Enfrente Sestrales, que nos habla de Añisclo, y debajo el Bramapán, que desde esta perspectiva adquiere toda la envergadura que merecen las vistas que nos regala cada vez que subimos a él.
En el punto más alto de la pista hacemos una pausa en el disfrute de los elementos que van apareciendo hacia el norte. Por un bonito pinar subimos hacia la cumbre occidental del Tozal d’a Caña. La estratégica ubicación de esta montaña le dio un papel en la Guerra Civil, al instalarse en sus dos cimas posiciones de los combatientes republicanos en la primavera de 1938, en los primeros momentos de la que se conocería como “La Bolsa de Bielsa”, un episodio que se cerraría con el exilio -temporal o definitivo- y el abandono de sus pueblos -huyendo de la guerra y de los fusilamientos- para un porcentaje importante de la población de Sobrarbe -en torno a 4000 civiles y 6000 combatientes-, circunstancia que marcaría el inicio del declive demográfico de esta comarca. Con este motivo el Ayuntamiento de Boltaña a acondicionado un mirador, con bancos y paneles informativos, que merece por sí solo una visita. En su entorno, y en la vecina cima oriental encontramos restos de parapetos y construcciones temporales de los soldados y de pozos de nieve, que nos recuerdan que también -y sobre todo- ha tenido este monte usos que no tienen que ver con la guerra.
De vuelta a la pista volvemos la mirada hacia el norte para seguir descubriendo pueblos y cumbres: Gallisué, Puyarruego, Belsierre, Escalona; las Sucas, Montinier, Punta Fulsa, Punta Suelza; Laspuña, Ceresa, Puértolas,Tella; Punta Lierga, los Mobisones, Cotiella o la Peña Montañesa.
El recorrido, de nuevo por sendero, nos lleva por el bosque hasta el Tozal d’as Tres Güegas, donde confluyen los municipios de Boltaña, Puértolas y Labuerda-. Continuándo por la cresta, en un agradable paseo llegamos al collado de San Crabás. Aquí nos dividimos. Un grupo continuará por las faldas del Tozal de Muro de Bellos, hasta dar vista al Cinca y a esta localidad que, a tenor de las obras, está renaciendo; para después regresar por el camino de San Vicente de Labuerda. Otro grupo cerrará el circulo por el campo que flanquea el campo de Lisa y San Crabás, acortando algo la ruta. Ambas opciones pasan después por la casa de Fontanal, que, con su torre defensiva, su iglesia, su fuente sus campos y edificios auxiliares, estuvo dotada de todo lo que necesitaban, tanto para su vida terrenal como espiritual, sus habitantes.
Un bonito tramo por los barrancos de Fontanal y de la Sierra nos llevará de nuevo a San Vicente de Labuerda. Tras pasear por sus cuidadas calles y echar mirar de nuevo a la Peña Montañesa -cuya silueta siempre nos hace sentir en casa- concluimos la excursión. Han sido, según el recorrido elegido, entre 10 y 13 kilómetros y entre 600 y 700 metros de desnivel. Nos vemos esta noche en la cena de fin de temporada.
Juan Rodríguez Bielsa (Club de Montaña Nabaín)