El Club de Montaña Nabaín cerró 2024 reuniendo a 50 montañeros en la cumbre de Santa Marina
La mañana está fría, pero el sol promete ir templando esta jornada invernal. Medio centenar de integrantes del Club de Montaña Nabaín, de todas las edades, se van reuniendo en Boltaña, primero, y en Ascaso, después, para despedir el año, como marca la tradición y piden las ganas: en la montaña. Junto a la ropa de abrigo, la gorra o los bastones las mochilas cargan viandas, bebidas y turrones para hacer de esta ascensión una celebración.
El objetivo es Nabaín, uno de los mejores miradores de Sobrarbe, que pese a sus 1800 metros de altura ofrece unas panorámicas espectaculares. Algunos caminantes subirán desde Jánovas. La mayoría desde Ascaso. Para algunos es la primera vez. Para otros, el repetido rito anual con el que agradecer, en buena compañía, lo positivo de los últimos 365 días y con el que cargar de buenos deseos -mejor compartidos- los que van a venir.
Ascaso va quedando abajo, como siempre, como un cinematográfico tren varado sobre el filo de una montaña. La ‘lenera’ caliza se eleva mientras, sin darnos descanso, llena -como una ola que ha levantado la arena- de pequeñas conchas marinas fosilizadas. El sur y el este de Sobrarbe van apareciendo ante nuestros ojos, como una maqueta llena de pequeños pueblos y abruptas cumbres. Y, cuando el cansancio parece querer aparecer, se abren ante nosotros los acantilados de Latre, el valle de Jánovas (felizmente renacido tras haber sido ahogado en un pantano de papel), los buitres planeando y Canciás y Guara sumándose a nuestros horizontes.
Tras el desvío de Jánovas, según nos acercamos a la cumbre, iremos contemplando los pequeños pueblos de La Solana y de Ballivió -en lucha constante contra la despoblación-, las cumbres del Alto Gállego y, finalmente, el retablo de Treserols y de todos los grandes macizos que cierran Sobrarbe por el Norte.
Tras 800 metros de desnivel para unos, y de 1000 para otros, llega el momento de la celebración. De compartir lo que hemos traído, de poner en marcha los hornillos para preparar el almuerzo y de brindar al unísono -“¡Feliz 2025!” “¡Viva la montaña!” “¡Que se acaben las guerras!”-; y de desear lo mejor al mundo entero desde este privilegiado lugar, donde incluso en diciembre florece la “rosera” de nuestro compañero José Ramón..
Cumplido el rito con la montaña y con la amistad, bajamos felices, sintiéndonos preparados para recibir con cariño a este 2025, en el que, desde el Club de Montaña Nabaín, esperamos compartir, con todo el que quiera, muchas jornadas de deporte, naturaleza y compañerismo en un Pirineo vivo y bien conservado. ¡Feliz año!
Juan Rodríguez Bielsa (Club de Montaña Nabaín)
Las imágenes son de Somo, Anabel, Tere, Juan,...
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