miércoles, 30 de julio de 2025

Descubriendo la flora alpina de nuestro Pirineo (crónica montañera y naturalista)

 

La sección de Medio Natural del Club de Montaña Nabaín organizó una concurrida salida interpretada sobre los ecosistemas pirenaicos en el valle del Zinqueta y el macizo de Bachimala

 

 


Dentro de las actividades organizadas por el grupo de Medio Natural del Club de Montaña Nabaín, este año retomamos una salida para ver y aprender sobre flora alpina. El año pasado la excursión la conformaba un grupo de 17 personas llegando este año a un total de 30, todas interesadas en conocer mejor nuestro Pirineo y la vida vegetal que en el podemos encontrar.

Este aumento nos ha sorprendido a la vez que nos ha emocionado advertir que además de hacer deporte y disfrutar del paisaje, hay un interés por conocer los valores naturales de nuestras montañas. El conocimiento es el paso previo e indispensable para respetar, divulgar y conservar un patrimonio natural único y frágil. La excursión, estaba programada para el 12 de julio, una fecha más propicia para poder observar un mayor número de especies de plantas, pero la previsión de tiempo tormentoso para esa fecha, obligó a cancelar la salida y trasladarla al sábado 26, a pesar de que para ese día, el verano ya estaba algo avanzado y muchas plantas ya habrían pasado su periodo de floración. Aún así pudimos ver y conocer distintas especies de plantas del piso alpino.

La excursión comenzó para unos en Boltaña, para otros en Aínsa, alguno en Escalona y las últimas en unirse al grupo lo hicieron en Plan. El objetivo era subir por encima de los 2.300m, altura a la que se considera que comienza el piso alpino. Iniciamos nuestro camino en el camping El Forcallo, sobre las 8:30 h, después de una breve subida de 10 minutos siguiendo la GR11, llegamos al refugio de Viadós, a 1.760m. Desde donde comenzamos la parte más dura de la ascensión, que nos llevó tras más de una hora de marcha, a la cabaña del Sarrau, por un camino que discurre paralelo al barranco de Orieles, a casi 2.060m. Todavía faltaban 340m para llegar al piso alpino. Esta primera parada, además de para coger fuerzas y acabar de despertarnos, nos permitió contemplar el valle y las cumbres y con estas magníficas vistas donde pudimos explicar las peculiaridades de la montaña: relieve, clima, las características que definen el ecosistema alpino y como las predicciones climáticas, predicen como serán estos ambientes en un futuro próximo. 

  

Comenzamos desde aquí una tranquila ascensión, interrumpida cada vez que el camino nos descubría algún aspecto interesante para seguir aprendiendo las características de la flora de montaña. Las pocas plantas en flor que aparecían ante nuestros ojos, nos permitió profundizar un poco en conceptos botánicos como familia, género y especie. Aprendimos a diferenciar alguna de las familias más comunes, fijándonos es las características de sus flores, en algunos casos y de sus hojas en otros. Leguminosas, como el Trifolium alpinum, en fruto en la mayoría de las plantas. Crasuláceas, varias plantas del genero Sedum, con sus hojas carnosas donde almacenan agua. Hablamos de la importancia de los líquenes en los duros ambientes alpinos, creadores de suelo y excelentes fijadores del nitrógeno atmosférico. La ascensión fue “interrumpida” por la aparición de algunas hermosas orugas, que nos permitieron ofrecer algunas explicaciones sobre fauna, aunque no fuera el objetivo de la marcha. 

 

Encontramos numerosas plantas que crecían en forma de almohadilla, que crean unas condiciones en su interior que les permiten soportar las duras condiciones de las montañas. Las numerosas especies de gramíneas que forman los pastos, nos permitieron comprobar la importancia de la vegetación en la alta montaña, para retener el suelo mediante su desarrollado sistema radical. Observamos plantas menos vistosas como el Plantago monosperma, pero que poseen adaptaciones en sus hojas para protegerse de la alta radiación ultravioleta. Los azules eléctricos de las gencianas y los rojos brillantes de los claveles, nos deleitaban en la subida y nos permitían olvidarnos del esfuerzo. Al cabo de unas 2 horas y 45 minutos llegamos al punto más alto de la excursión, el collado de la Señal de Biadós a 2.536m y con unos 5 km recorridos.

En este punto descubrimos uno de los ambientes más interesantes y desconocidos de las montañas en relación con la vegetación, los roquedos, canchales y pedrizas. Aquí, las plantas han tenido que resolver múltiples problemas para poder vivir y prosperar. Este grupo de plantas era uno de los principales objetivos de la salida, pero las fechas ya tardías, hicieron que la floración estuviera casi finalizada en alguna de las especies más interesantes, aun así, pudimos ver las últimas flores de una de las amapolas de nuestra montañas, Papaver lapeyrousianum, una amapola endémica de los Pirineos centrales y Sierra Nevada. Como contrapartida, vimos sus frutos, una estructura botánica que encierra las semillas y con ellas las próximas generaciones. También en fruto estaba la Potentilla nivalis, creciendo entre las fisuras de una pared.

En las pedrizas, varias especies de saxífragas, que el tiempo no nos permitió determinar, daban fe de la abundancia de especies botánicas en esos ambientes a priori tan estériles. Durante la comida, en la cumbre de nuestra excursión, descubrimos plantas de los géneros Phyteuma y Jasione la familia de las Campanulaceas, que poco se parecen a una campana. 

 

Tras una breve sobremesa contemplando el impresionante paisaje que nos rodea, iniciamos el regreso descendiendo del collado de la Señal de Viados hacia los llanos de Tabernés, y casi en los primeros metros, entre las piedras, encontramos dos especies de flores amarillas pertenecientes a la familia de las compuestas. Una, más discreta, Crepis pygmaea, planta pionera que coloniza gleras móviles o ligeramente estables de piedras de tamaño pequeño o mediano. La segunda era una hermosa planta, la falsa árnica, Doronicum grandiflorum, solo una mata con sus grandes flores nos permite admirar su impresionante belleza. Asimismo los cardos están presentes en estos duros ambientes y el Carduus carlinoides, con sus espinosas hojas y sus flores moradas nos acompañan en el descenso que resulta más rápido y relajado. Aparecen pequeñas sorpresas como varios grupos de plantas de la especie Geum montanum,en las que se observamos pequeñas flores, pero que en realidad son sus frutos, que van marcando el final del paisaje alpino que habíamos venido a descubrir. El camino de descenso es suave, transitando por pastizales, hasta llegar paralelo al barranco de Bachimala, donde nos encontramos con un importante desnivel que nos obliga a poner mucho cuidado en cada paso que damos. En la lenta bajada nos acompañan matas de arándanos y rododendros. El final de este empinado tramo nos deja en el llano del pluviómetro, y una vez cruzamos el Cinqueta de la Pez por dos puentes de madera, un agradable paseo final, nos conduce a nuestro punto de partida.

Ha sido una jornada fantástica, con un tiempo estupendo, buenos amigos, agradables conversaciones y lo más importante, hemos conseguido disfrutar de la riqueza botánica de nuestras queridas montañas.

Para los amantes de las cifras, 14,50 km de marcha, 1.045m de desnivel. 9 horas de excursión, de las cuales unas 6:30 horas de marcha “efectiva” y 2:30 de paradas explicativas y momentos de descanso y comida.

Benito Campo (Club de Montaña Nabaín)











Potentilla nivalis

Carduus carlinoides

Doronicum grandiflorum
 

Papaver lapeyrousianum




Fotos de Dani, Kikón, Benito y Juan

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